De huellas urbanas - urbe04 |
El proyecto "Huellas Urbanas" propone una serie de medidas al alcance de la mano, fáciles y poco costosas para humanizar la ciudad y hacerla más sostenible. Estas medidas se concretan en:
1. Recuperar la Calle .
2. Moderar el Trafico.
3. Fomentar la Bicicleta.
4. Hacerla más caminable.
5. Entrar en los Detalles.
Se trata de volver a reivindicar la huella humana en la ciudad.
En un panel A1 se recogen textos e imágenes, medidas y ejemplos. Se puede descargar aquí.Se habla mucho de arquitectura sostenible, pero de lo que se trata verdaderamente es de dejar de construir ciudades insostenibles.
Construir ciudades menos insostenibles.
La batalla por la sostenibilidad será ganada o perdida en las ciudades. Ya que las ciudades son los más altos contribuidores al Producto Mundial Bruto, también son los más grandes consumidores de recursos y productores de desechos. Esto es particularmente crítico, en un mundo que está sobrecargado de actividades humanas y, en suma, es rápidamente urbanizado.
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta la sociedad actual es que está consumiendo por encima de la capacidad de regeneración del planeta y que este consumo se está produciendo, además, de forma poco equitativa. Y esta cuestión debería estar presente en la forma de proyectar y construir ciudades y edificios.
El consumo de suelo. Concentración y dispersión.
La actual configuración urbana, basada en esparcir la ciudad por el territorio y posible sólo gracias al automóvil, resulta nefasta desde el punto de vista de la racionalidad. En primer lugar porque las bajas densidades imposibilitan la rentabilidad de un sistema público de transporte eficaz. Además, los largos desplazamientos en kilómetros (no necesariamente en tiempo) entre la residencia, el trabajo, el comercio o el ocio, impiden realizarlos andando o en bicicleta. Todo esto supone un mayor consumo de energía, mayor contaminación, mayor consumo de suelo y mayor segregación social y espacial.
Complejidad de las áreas urbanizadas.
Ya hace más de treinta años que Christopher Alexander escribió un artículo premonitorio, que debería ser de obligada lectura para todos aquellos que se dedican de una forma u otra a construir ciudades. El artículo se titulaba «La ciudad no es un árbol» (Alexander, 1965).
La planificación siempre trata las áreas urbanas como árboles. Primero, porque es más fácil. Todo está mucho más claro y, aparentemente, funciona muy bien. Una vivienda forma parte de una unidad vecinal con su centro de servicios. Un conjunto de unidades vecinales forma un barrio con su centro de barrio. Y el conjunto de los barrios forman una ciudad con su centro. Este procedimiento, exacerbado casi hasta sus límites, conduce a la segregación, a la pérdida de complejidad y a la banalización de la vida urbana. Y, en segundo lugar, permite la utilización de dos técnicas muy potentes y que han hecho del urbanismo un instrumento de control económico formidable: la zonificación y la definición de estándares.
Surgen así las urbanizaciones cerradas, todas de chalets, de bloques o de manzanas, con sus propios cuerpos de seguridad, habitadas por familias de parecida capacidad económica, que van a jugar a los mismos campos de tenis, que compran los fines de semana en el centro comercial que, a su vez, tiene su propio sistema de seguridad. Por supuesto no existe sitio para los más desfavorecidos ni para los marginales que ocupan los espacios dejados por las clases medias en los centros de las ciudades, estableciéndose un círculo del que es muy difícil salir.
Pero resulta imprescindible romperlo porque las ciudades son más racionales, es decir menos insostenibles, si su configuración es lo más parecida posible a la ciudad europea histórica tradicional, con densidades y tamaño de tipo intermedio que posibiliten los desplazamientos a pie o en transportes colectivos, con mezcla de usos, menor segregación social y espacial, régimen de vivienda en el que tenga una significativa cabida el alquiler, que fomente el uso de las calles y las plazas públicas a diversas horas y con diferentes usos, etc.
Reutilizar y reconstruir.
En muchos casos, en la actualidad, se deja a la ciudad heredada abandonada a su suerte para crear ciudad partiendo de cero en el territorio que antes era el campo. De esta forma todo parece más cómodo: no hay que preocuparse de los problemas de la adaptación, el suelo es más barato porque todavía no ha adquirido la plusvalía consustancial con la urbanización y todo es más sencillo.
Sin embargo, lo que en realidad sucede es bastante terrible desde el punto de vista de la sostenibilidad: los centros históricos se despueblan y son conquistados por los turistas o por la marginalidad, los barrios del extrarradio se degradan, las áreas industriales obsoletas se abandonan dejando enormes esqueletos de hierro y cemento sin uso. Y lo peor de todo, la urbanización, en su diáspora, se apodera cada vez de mayores ámbitos territoriales.
Este proceso centrífugo de separación entre las piezas (¿urbanas?) significa, entre otros problemas, y como ya se ha apuntado, un mayor consumo de energía y de suelo, una mayor contaminación y una segregación social y espacial especialmente virulenta.
Parece, pues, necesario volver a poner en carga aquellas partes de la ciudad que se van abandonando o que se dejan de utilizar a plena capacidad. Se suele alegar que los costes de la rehabilitación son siempre superiores a los de nueva creación pero es sólo porque no se tienen en cuenta los mayores consumos de combustible, la mayor contaminación o la creación de nuevas redes sociales.
Tomado de "Ciudades menos insostenibles " José Fariña Tojo Madrid (España), 2000. http://habitat.aq.upm.es/boletin/n25/ajfar.html Ciudades para un Futuro más Sostenible / Boletín CF+S 25. Diciembre 2003.